Como en el cine, una obra literaria deja tras de sí infinidad de "tomas falsas". Igual que el director de una película, todo escritor que se precie debe estar dispuesto a aplicarse a fondo con la tijera. Revisar, modificar, borrar y no tener piedad de sus trabajos, sus ideas enjundiosas, sus tramas multifásicas y reprofundas, ni tampoco de las pelambreras de personajes sin cuento, las explicaciones prolijas, las metáforas sospechosas de genialidad...
Javier Tazón Ruescas, en El cartógrafo de la reina, tuvo que reducir a la mitad las más de ochocientas páginas del manuscrito inicial. Ofrecemos a continuación una muestra de esos fragmentos desechados en la redacción final, junto con el pertinente comentario del autor sobre las causas que aconsejaron la supresión.
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http://elcartografodelareina.com/