El siguiente párrafo es una muestra de la excelente calidad literaria de un amigo palentino de Baltanás, Alfredo Baranda Calleja, autor de esta magnífica novela, que os recomiendo. El mundo de los espejos, que se vincula a las más profundas raíces de la magia en nuestra cultura grecolatina, a decir del maestro Gonzalo Torrente Ballester (La isla de los jacintos cortados), es uno de los motivos recurrentes en toda la obra. Ya os iré mostrando alguna que otra esquina o recoveco de esta novela, a la que el autor llama "artefacto literario"; está plagada de bellos rincones.
"En fin, que mis comparecencias ante el espejo son, de un tiempo a esta parte, verdaderas sesiones de ilusionismo. El otro día me encontré no con mi persona, sino con mi fotografía. Se había movido el objetivo en el momento del disparo, de tal forma que la silueta que tenía enfrente estaba desencajada de si misma, expandida en perfiles concéntricos, cada vez más difíciles, como si más que al individuo se hubiese fotografiado su estremecimiento, su miedo íntimo, o el inútil afán de escaparse de sus límites corporales. Comprendí muy bien lo que sucedía: se me estaba escurriendo o, mejor, volatilizando la poca individualidad que tenía."