A Patria aséntase no
lombo dunha ave durmida, disque aletargada, dixéranlles. Así empieza la
novela con título numeral de Xesús Constela. ¿El porqué del título? Es el
nombre de un preso, no les puedo decir más. Tampoco el autor me dijo más a mí
cuando me entregó el libro. Hay que
leerlo, insistió, y tenía mucha razón. Sus primeros párrafos, son como el
olor afrutado en un vino recio cuando uno se lo lleva a la boca: sorpresa. Se
capta el mensaje y se piensa: esta lectura promete.
El contrato narrativo, que
el concepto escolar de “A Patria” introduce, nos lleva a pensar en el mundo de
fantasía realista del maestro de maestros, Cunqueiro, o en lo real-maravilloso
de Carpentier. Por ahí van los tiros, se piensa. Esta primera impresión, esta
sorpresa inicial, es lo que se llama extrañamiento,
virtud literaria tan poco usual en nuestros días, en los que la ingente legión
de autores consumidos, que no consumados, buscan deslumbrar con imposibles
peripecias. Pero, a vuelta de página, se nos informa del contenido literal de
los seis primeros artículos del Libro dos
Protocolos, en los que se habla del Gran
Mariscal, de los armadillos, símbolo
de la patria y de los padres fundadores,
que son los devanceiros. Es decir,
que si en la página primera se presenta la visión escolar del mito, en la
segunda se justifica con un texto legal. ¿Qué se logra con ello? Que el lector
cuando afronte la tercera página y siguientes, pueda hacer como que cree todo
lo que se le cuenta. En ellas se nos presenta a los protagonistas, Mamá Monte,
Samuel R y la forma en que ella transmite las leyendas de la Patria, en
especial A Cova Encantada, que según
contaba la leyenda era “o túnel mítico
por onde a ave na que a Patria se asentaba, como ser vivo que era, evacuaba
todo aquilo que non necesitaba”, llena de monstruos horribles. El lector, a
partir de entonces, se sitúa mentalmente en un mundo maravilloso, en una ciudad,
en un país montados en el lomo de un ave: La Patria. Estos elementos
maravillosos, asentados en la mente del lector gracias al hábil manejo de la
técnica de la verosimilitud, no vuelven a aparecer, de forma sistemática,
aunque sí en numerosos recordatorios, a lo largo de la obra, lo que, en principio
extraña al lector, pero no llega a echar en falta el marco maravilloso porque
este se ha transformado en su mente en una alegoría de la sociedad en la que
nos vemos encerrados. Esto es pura prestidigitación literaria. Al final de la
obra, en el desenlace, lo maravilloso torna a aparecer deslumbrante pero, por
primera vez en mi vida de crítico, en contra de todos mis principios en los que
afirmo mi afición por el spoil a
partir del gusto que le tengo a la forma frente a la peripecia, no voy a
desvelar el final porque, en este caso no se trata de una mera maquinación argumental,
sino que forma parte de la configuración formal y estética de la obra. No digo
más.
Otro sorprendente recurso utilizado por el autor en esta
obra es la extranarratividad, palabreja
que nos inventamos a falta de otra mejor. Consiste en la introducción de textos
exteriores al discurso del narrador, pero íntimamente ligados con él. Por
ejemplo, la transcripción del referido Libro
dos Protocolos. Además de este elemento intercalado cada cierto tiempo con
el parlamento del narrador, se manejan en 15.724
hasta seis modelos diferentes, digamos extratextos,
que son: 2.- Los artículos periodísticos de A
Gaceta do Val, escritos por Leo K. 3.- Las retransmisiones por el canal nº
99.5 de la Frecuencia Modulada, dirigidos por otro periodista, Orlando P. 4.-
Notas de prensa da Casa Grande do Outeiro.
5.- La Carta de Emendas ao Libro dos
Protocolos. 6.- Comunicados internos de la Prisión de Alta Seguridade de
Val Vitoria. Son elementos, insisto, externos al texto del narrador, pero
íntimamente relacionados con él. Alguien puede pensar que esta obra, entonces,
está llena de parches y pegotes. No es así, porque estos elementos textuales
externos son imprescindibles para impulsar
la trama, es decir que son el motor narrativo fundamental de la novela.
Hasta tal punto son importantes que introducen las logradas elipsis narrativas,
pues la acción se desarrolla durante por lo menos doce años sin que apenas se note
oscilación en el discurso. También son imprescindibles para marcar los llamados
kick points, los impulsos narrativos,
encarrilando la acción. Por ejemplo, la noticia del asesinato de toda una
familia a manos de Gordo, es conocida durante la retransmisión de los festejos
de la Fiesta del Armadillo. Poco tiene que preocuparse el narrador por impulsar
la historia; los extratextos lo hacen
por él; de forma que puede permitirse, con sus intervenciones que siguen siendo
la columna vertebral de la novela, afinar sus comentarios, definir mejor a los
personajes, profundizar en situaciones psicológicas, dar, en fin, fondo
narrativo a la historia. Es decir, que estos extratextos no son meros adornos informativos, sino parte
integrante de la trama, nuevos registros a añadir a la del narrador en el marco
de un coro vocal. Esta es la gran aportación de Xesús Constela a la técnica
literaria: ha inventado la extranarratividad.
Hay pocos autores que usen tal trebejo literario; ninguno diría yo, salvo los
pertenecientes a la novela histórica reivindicativa latinoamericana, como
Fernando del Paso, Abel Posse, Roa Bastos y pocos más.
Cuatro son los personajes básicos: la abuela Mamá Monte, que
cuidó de sus nietos tras la muerte de los padres en un bombardeo accidental de
la ciudad, una mujer dura, gran cocinera, narradora de historias con las que
transmite a los pequeños el amor a la Patria, que muere pronto tras la trágica desaparición
de la pequeña Nube. Los dos hermanos mellizos, la citada Nube y Gordo, que tan
bien se llevaban. Él enloquece tras el sencillo y trágico final de su amada
hermana y, ya demente, comete un terrible asesinato múltiple del que no es
consciente. Y, por último Samuel R., el protagonista que termina siendo abogado
y defendiendo a su hermano Gordo, acusado de asesinato múltiple, y condenado a
pena capital, pese a ser un manifiesto demente. Frente a estos personajes, en
especial Samuel R y Gordo, el antagonista es el sistema, la Patria misma,
personificada en el Gran Mariscal, Cornelia víctima de Gordo, los periodistas
Leo K. y Orlando P., los crueles funcionarios de prisión, la opinión pública
dirigida sin fisuras por el poder y hasta la misma muralla infranqueable de La
Patria.
Siguiendo el esquema cinematográfico habitual, ya que la
literatura de hoy día no puede separarse del cine como elemento generador del dinamismo
narrativo, podríamos situar el primer punto de giro (plot point), con el que acaba la fase de planteamiento, en la
retransmisión radiofónica del la Fiesta del Armadillo cuando, al final de la
misma se da noticia de que algo ha sucedido y es la muerte de toda la familia
de Augusto H. A partir de aquí comienza el nudo de la novela. Podríamos decir,
rizando el rizo, pues todo crítico que se precie debe poner algún punto sobre
íes despistadas, que las dos retransmisiones radiofónicas previas a este hecho
son, quizá, excesivamente largas, teniendo en cuenta que el lenguaje
periodístico es simple y monótono. Pero, a partir de este punto de giro, de
esta acelaración del flujo sanguíneo de la novela, las demás transcripciones y
retransmisiones, los demás extratextos,
son equilibrados, aunque sean muchos también largos. No cansan y ello se debe a
que no existe en la novela una meseta
narrativa ralentizadora, pues a la escena de la salida del hospital de la
señorita Cornelia, narrada en formato periodístico, le siguen las dificultades psicológicas
del hermano del asesino, Samuel R, sus dudas sobre si debería ayudar al preso,
su único familiar, como parecía sugerirle el abuelo desde el retrato que colocó
sobre la mesa del despacho o, por el contrario, esconderse del mundo. Estas dos
escenas combinadas forman lo que se llama en técnica cinematográfica el punto de eje, o pivot, el punto de giro
central de la meseta narrativa, el cual si es lo suficientemente elevado, como sucede
en 15.724, impide que el tránsito por el centro de la obra suponga un
agotamiento. Las páginas centrales de muchas noveles son auténticos páramos en
los que se corre el riesgo de que el lector se abrase y, con toda la razón,
abandone la lectura, situación que la magia de Constela nos evita.
Curiosamente, la introducción del punto
eje aparece en las páginas 114/115, el ecuador justo de la novela. A partir
de ahí estallan cada ciertos tramos puntos de giro que llamamos reveses, en los que la acción es
impulsada a golpes de acción, con vueltas de ciento ochenta grados, como cuando
en la página 135 decide Samuel R. visitar al abogado de Gordo para discutir
sobre el enfoque del juicio. Otro revés
se produce cuando Gordo no quiere saber nada de su hermano, a consecuencia de
que los guardias de la prisión le malquistan con él (página 182). Este hecho
es, en mi opinión, el segundo punto de giro con el que se termina el nudo y se
pasa al desenlace. El eje de la defensa de Samuel R. consiste en que, aunque la
sentencia haya sido condenatoria, según la legislación de la Patria, no puede
ejecutarse a alguien que no sea consciente de la razón por la que se le
ejecuta. Por último, el desenlace termina en un climax doble: por una parte, la
muerte de Gordo en la página 218, y por otra la fuga de Samuel R. en el
capítulo final, llamado Terra incógnita,
adobado con un leve anticlímax mientras Samuel R. conduce hacia la libertad: alá ficaban para sempre os xuíces, os gardas
de Prisión de Alta Seguridades, leo Ka. e os seus artigos incendiarios na
Gaceta do Val, a Súa Honorabilidades o Gran Mariscal, a Casa Grande de Outeiro
e o Libro dos Protocolos con todas as súas emendas, addendas e correccións. Só
sentiu mágoa por aquela rapaza, Cornelis H., que quedara sen familia nun
Festival do Armadillo para sempre funesto, cando apenas tiña dezseste anos.
Sentiu moita mágoa por ella. Mais nunca volveu mirar atrás Samuel R. Nunca…
Queda en este punto una leve luz de esperanza en la ficción, esperanza que tan
poco se corresponde con la realidad social de que La Patria es alegoría, con lo
que se cumple el fin de toda literatura: el engaño lúdico, nuestra única
esperanza.
Podría hablarse de mucho más,
de la feroz crítica social que subyace en la novela. ¿Qué es la Patria, sino un
lugar que invita a abandonarlo, en el que el engaño es el rey? ¿Dónde está la
libertad de expresión? ¿Dónde la protección del Estado? ¿Dónde quedó el
principio de legalidad? Podríamos hablar del abuelo Marcial que miraba a la
familia desde el marco: O que hai dentro
dese marco, detrás do cristal, no vos é una simple fotografía, nenos. En
realidade é o avó mesmo, en carne e óso, sempre a vixiar todo canto acontece
dentro da casa, sabedes?, dicíales Mamá Monte. Un día, cansó xa de estar neste
mundo, o avó Marcial foi á cociña, colleu un tallo de debixo da mesa e levouno
ao salón para chantalo xusto aquí, diante de lareira. Entón mirou para min,
chiscoume un ollo e agasalloume cun sorriso. Despois sibiu enriba do tallo e
deu un pequeño chimpo para se meter dentro do marco. Foi así de sinxelo. Y
no sólo de esta belleza figurativa, sino que tendríamos que hablar también de
las impresionantes descripciones burocráticas, minuciosas y terroríficas, de
las diversas maneras de ejecutar la pena capital. En fin, sería el no acabar. De
lo que estamos seguros es de que esta obra ha de ser, sin duda, un referente en
las letras galegas, sobre la que recaerán —o deberían recaer— ríos de tinta.
Por supuesto, el libro está escrito en Galego, publicado por
Xerais. Es este un idioma tan próximo al nuestro que ninguna dificultad ofrece
su lectura. Y yo no sé si es la musicalidad propia de esa lengua cantarina o el
arte de Xesús Constela, pero he medido las frases en varias partes del libro y
he llegado a la conclusión de que los planteamientos de cada una de ellas
(prótasis) y su desarrollo (apódosis), tienen idéntica medida métrica. Es
decir, que es un libro tan musical que al abrirlo suena.
Termino con la transcripción del leimotiv de la novela, en
palabras del Ovo Marcial: «Na vida, ás veces, as cousas tórcense, miña
Monte querida. Reviran de verdade. E fano xusto nos momentos máis inesperados».
Salvo mejor parecer, Javier Tazón.
Un honor para mí que hayas disfrutado con la lectura de mi novela. Mi objetivo, que no es otro que compartir un grato momento con quien lee lo que escribo, se ve de ese modo cumplido. Gracias de corazón por tu crítica y por todas tus palabras. Xesús Constela.-
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