lunes, 20 de julio de 2015

DIÁLOGO ILUSTRADO. PENSAMIENTO RALENTIZADOR DEL NARRADOR

         Me refiero al “diálogo ilustrado por el pensamiento del narrador”. Veamos algún ejemplo de Carlos Rojas.
         —Ram-Das me enviaba flores con frecuencia y, de tarde en tarde, me invitaba a almorzar, pero nunca trataba de hacerme la corte… ¿Quieres que siga?
No, claro que no lo quiero. Miles de alfileres me pinchan la sangre, pero me mordería la lengua antes de confesarlo.
         —¿Por qué no? Prosigue —respondo aparentando una indiferencia que estoy muy lejos de sentir—. La historia es muy interesante… (El futuro ha comenzado, pag. 60)


         El narrador, contando en presente, nos muestra su pensamiento íntimo que contrasta con lo que contesta a la pregunta de su interlocutora. Por eso digo que el diálogo está ilustrado por el pensamiento del narrador.
         Otro ejemplo sería el siguiente:
         —Pudiste negarte.
         —No, no pude, te prometo que no pude.
         Estoy convencido de que dice la verdad. En el fondo, pese a las apariencias y aunque ella afirme lo contrario, Vivienne es una mujer muy débil…
         —Cuando todo acabó; cuando tú, como cadáver y como mártir perdiste actualidad, todos me abandonaron…(El futuro ha comenzado, pag. 61)
         Vemos que en el primer caso se muestra el pensamiento real en contraste con lo que se dice, y en el segundo se emite un juicio de valor crítico sobre lo que el interlocutor comenta.
Pero esta ilustración puede tomar otros derroteros menos intimistas, más descriptivos, como en el caso siguiente:
         —¿Y qué me cuenta usted del “espíritu” de Stanley Fernández?—pregunto a Saint Mercy.
         —“¡Parbleu!” Tienes razón. Nos habíamos olvidado de su “espíritu” particular. El confirma mi teoría. Pertenece al seudomisticismo oriental.
         —No, pertenece al espiritismo —le contradigo— y, si mal no recuerdo, els espiritismo entra oficialmente en la leyenda en Hydesville, pueblecito del estado de Nueva York, en 1847, con las hermanas Fox. Teddy, el espíritu de Stanley Fernández, es panamericano hasta la esencia del ectoplasma.
         La historia de Teddy, que al parecer es el espíritu de Teodoro Roosvelet, empezó hace dos años. Hugo Satanley Fernández había enviadado de su primera esposa, una boliviana alta…(Siguen cinco largos párrafos desarrollando la historia del espíritu Teddy y, al terminar, continúa el diálogo y la escena de presente)
         —Mira que si ahora se le apareciese el bueno de Teddy...—murmura Fernando. (El futuro ha comenzado, pag 115)
         Esta técnica es ralentizadora, pero ofrece al lector una notable información y permite estructurar con eficacia la trama.
         Puede utilizarse tanto cuando el narrador trabaja en primera persona como cuando lo hace en tercera; tanto si es omnisciente tradicional como si se trata de un narrador multiselectivo. Ven más problemática la utilización de este diálogo ilustrado en el caso de un narrador cámara.
         Por ejemplo, en el siguiente párrafo, de El asesino de César, Rojas tras la intervención de los personajes introduce una acotación escénica y, a continuación, se marca una digresión sobre el pensamiento del personaje de que trata el capítulo, es decir, ilustra el diálogo con el pensamiento. En este caso trabaja la tercera persona y el narrador omnisciente multiselectivo. No olvidemos que en esta novela cambia el enfoque del narrador a cada capítulo, pues pasa de la mente de uno a la de otro personaje en cada uno de ellos.
—¡Oh!
—¡Oh! ¡Oh! ¿Es eso cuanto sabe decir, grandísimo imbécil?
         Alfredo Pradilla apretó los labios debajo del bigote, y los dientes debajo de los labios. Admiraba casi devotamente a don Buenaventurita. No le importaba que el jefe le insultase en privado, allá en la intimidad de su despacho en el ministerio. Al contario, le producía una sensación de placer un poco vergonzosa, parecida a la que sentía cuando, completamente desnudo, se dejaba atar en la cama por Elenita y ella le cosquilleaba por todo el cuerpo con una pluma de almohada. Además, experimentaba la imperiosa necesidad de superarse en lo futuro y crecía en devota admiración por don Buenaventura Castaño. Pero le exasperaba verse abochornado en presencia del chófer y de los tipos del naranjero que, en fin de cuentas, no eran sino subordinados de ínfimo orden.
         —Creo que todo eso es muy extraño —dijo, por decir algo.
         —¡Y tan extraño —asintió don Buenaventurita. Su cólera se había desvanecido bruscamente. Para él, el chófer y los del naranjero ni siquiera existían como seres humanos.
         El hecho de parar la acción, el diálogo, la escena, para mostrarnos los sentimientos profundos de Padilla nos permite profundizar en el personaje, claro que a cambio de ralentizar la acción. Es una técnica muy apropiada para las obras de corte psicológico.
         Cuando esta técnica de ralentización se lleva a sus últimos extremos nos acercaríamos a la descripción de lo menudo y detallado típica de la Escuala de la Mirada, de Robbé Grillé, de Buttor o de Duras. Por ejemplo, en El asesino de César, Rojas escribe:
         —¿Es cierto? —volvió a preguntar Raimundo levantando la voz.
         Le producía un amargo placer quebrar aquel silencio, mientras todos sus hombres contenían el aliento. Su voz infundió una honda sensación de poder. Se había quedado solo, en un mundo paralizado, inmóvil, en un mundo de micos o de robots helados de p ánico bajo el calor de la mañana tropical. Hasta el susurro del viento entre las palmeras había callado como por milagro. Su mirada recorrió las filas de sus hombres, barbudos, mugrientos, atezados, con las pistolas y los machetes al cinto, contemplándole intensamente, con una fijeza cansada y bovina. Cualquiera que fuese su decisión, ellos la aceptarían sin protestar. Habían luchado con él durante dos años, y por él irían al mismo infierno si se lo ordenase. Raimundo se sintió un Tamerlán, un Gran Mogol, resplandeciente de poder, con el destino del Universo en sus manos. Una cálida satisfacción le humedeció las entrañas. Tuvo el presentimiento de que la lucha ahora sería corta; prácticamente ya había triunfado. Sólo faltaba terminar la liberación y rematar al tirano. Aquella misma tarde iba a lanzar su última proclama —su última palabra— invitando a toda la población a sumarse a una huelga general el apróximo lunes, si Muñiz no dimitía y abandonaba antes el palis. La nación entera le seguía, embriagada de gloria y entusiasmo. Dentro de tres días estaría ya en el poder… (Sigue así durante varios párrafos)…
         —¿Es cierto que ese hombre te ha violado? —rugió dirigiéndose a la niña, y en seguida, bajando la voz, añadió en un estrambote hipócrita—: hija mía…
         Para la escena, deja a los actores en foto fija para profundizar en el pensamiento de uno de ellos o en los detalles mínimos de una acción, de un sentimiento, de una conexión vital.

         Carlos Rojas, junto con Andres Bosch y el recientemente fallecido Manuel García-Viñó fueron receptores en Espala de la Escuela de la Mirada, de la Noveau Roman francesa. Merece especial mención la novela Polución, de Manuel García Viñó, reeditada recientemente por ACVF Editorial, en la que se hace una notable exhibición de esta técnica.

2 comentarios:

  1. Interesante forma de mostrar ese diálogo ilustrado, ese pensamiento ralentizador. Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias ti. Si sirven de algo estos apuntes habré aceptado.

      Eliminar