lunes, 29 de abril de 2013

TENGO UNA PISTOLA. Enrique Rubio


        Cascaradenuez es un joven excéntrico, autista, un prototipo de hikikomori, que vive encerrado en su vivienda con las persianas bajadas desde hace años. Se gana la vida como distribuidor de pornografía en internet, comisionista si logra que los aficionados se enganchen a las páginas de pago. La existencia del muchacho gira en torno a sus ordenadores, los juegos informáticos, los chateos y los pedidos de comics, dvds y productos variados que ni siquiera tiene tiempo de desempaquetar. 


Es un maníaco: no habla con los repartidores del supermercado, sino que graba los pedidos y les deja instrucciones minuciosas sobre lo que han de hacer para entregar la mercancía y cobrar desde el portal; suele estar en casa con un casco de moto, por si alguien llega de improviso; no tiene miedo a que le roben, sino a que los ladrones le dirijan la palabra; es aficionado a las listas de datos estadísticos. Sus padres le han impuesto la obligación de hablar con un psicólogo que tiene el encargo de sacarle a la calle, aunque lleva cinco años intentándolo sin resultado. Es el profesional quien, confianzudo, pasa por el domicilio y, con el tiempo ha convertido las sesiones en una pantomima, pues tiene pactado con el protagonista repartirse el dinero de los honorarios y los encuentros son meros monólogos del psicólogo, hombre aprovechado y caradura que se bebe todas las cervezas del cliente y le cuenta divertidas historias sobre sus aventuras clínicas. El protagonista habla poco y, cuando lo hace, tartamudea.
        Este planteamiento, por sí solo, es de gran atractivo literario, en especial por la habilidosa combinación de fuentes que despliega el autor. Escrito en primera persona y presente, ofrece una estructura trenzada de hechos y situaciones en las que baraja, en una alternancia muy lograda, las siguientes líneas discursivas:
1.- La neura del protagonista, con la descripción de sus variadas obsesiones, como la referida de no desear ser visto, llevar cubierta la cabeza con un casco de moto, hacer pedidos a la tienda con instrucciones grabadas para el recadista,  dormirse con el ratón del ordenador entre las piernas, relajarse con listas interminables de estadísticas: personas que morirán de cáncer, índice de suicidios y una interminable relación de datos variopintos.
2.- Su relación con el porno y las más diversas formas de satisfacción onanística por internet, que le sirven de medio de vida porque se dedica a una especie de intermediación para encandilar a posibles usuarios, de forma que terminen pagando por su satisfacción y él llevándose la comisión correspondiente.
3.- La relación con Ciria, otro colega del mismo pelo que, a lo largo de toda la novela se comunica con el protagonista por medio del correo electrónico y un único tema de conversación: la posibilidad de rodar un film novedoso con algún contenido que no se haya visto nunca en ese tipo de películas. Sugiere a Casaradenuez muchas ideas, a cual más extravagante y divertida, pero este toma la actitud, en general escéptica, del hombre que lo ha visto ya todo en el porno.
4.- La relación con Aenima, otro colgado internauta que lo incita a la violencia y al suicidio y que logra convencerlo a través de correos electrónicos. El planteamiento de su teoría sectaria es el siguiente: Generatriz es la fuerza ciega que mueve el mundo, su objetivo es lograr la duplicación de ejemplares humanos y animales; el método que usa es la atracción física programada entre los sexos. La propuesta, tras convencer al protagonista de la justeza de sus afirmaciones es que burle la programación, que se suicide y que lleve por delante a cuantos más humanos mejor, con el fin de torcer, dentro de lo posible, los planes de Generatriz. De hecho, una oleada de suicidios con asesinatos masivos recorre el mundo. El protagonista queda convencido de que es el Elegido de los Elegidos.
5.- Además, baraja otro elemento de gran fuerza narrativa: las conversaciones, casi monólogos, con el psicólogo contratado y cara dura, que lleva cinco años repartiéndose con su cliente los honorarios por no hacer nada y por dejarle el frigorífico vacío de cervezas. Su único interés es pasar el rato, humillar a su cliente, que lo recibe siempre con el casco de moto puesto y contar las historietas de su consulta, a cual más simpática. Su pretensión última es la de sacarlo a la calle, aunque sea a la fuerza; e, incluso en una ocasión lo intenta, esfuerzo por el que sólo logra una soberana paliza, propinada por un Cáscaradenuez enloquecido.
6.- Por último, nuestro protagonista nos cuenta, con todo detalle, las peripecias de un video juego en el que participa como héroe y que es trasunto de su propia vida. No deja en el tintero ninguno de los elementos de un entretenimiento de estas características, hasta el punto que hace que el lector vea tal juego como una realidad. Además se prepara el contraste entre la visión de esta y el mundo palpable que es interpretada, cuando por fin sale de casa, como un videojuego más.
        Estos elementos son combinados con equilibrio narrativo impecable en la primera parte de la novela, hasta que en el final de ella, antes de lanzarse al desarrollo, se plantea un sorprendente giro, la aparición de otro personaje central, el que da nombre a la novela: la pistola. Adquiere una pistola por internet. Aenima lo ha convencido de que un tiro en la sien es la forma más sencilla de suicidarse, pues ni siquiera se escucha el sonido del disparo, dado el juego de velocidades del sonido y la luz. 
        Pero, y aquí viene lo bueno, el suicida, decidido a ejecutar sus planes, como buen Elegido de Elegidos, se da un respiro para abrir varios paquetes de comics, almacenados desde hacía años. Lo cierto es que aumenta el número de pequeñas acciones que quiere realizar antes de despedirse de este mundo, pierde fuelle en el negocio de distribución pornográfica, y se ve obligado a salir a la calle para comprar alimentos.
        Hasta aquí la lectura ha resultado entretenida, pero la salida y acciones siguientes, esa segunda parte, confiere a la novela categoría de clásico, en la proporción de calidad de la segunda a la primera parte del Quijote.
        En efecto,  en el segundo tranco vemos al protagonista atravesar la realidad como si fuese un videojuego más, encontrar paz y tranquilidad en manosear su pistola, que siempre lleva consigo y que, en cualquier momento, puede poner fin a su sufrimiento, aunque termina en su bolsillo como un mero talismán. Aparece otro personaje extraordinario: la cajera, la heroína, con la que tiene una extraordinaria aventura amorosa. Asiste a una matanza llevada a cabo en el supermercado por un viejo compañero de clase, también muy tímido, el Mazorca. Este muere y Cascaradenuez pasa a ocupar su puesto de trabajo como repartidor de supermercado. Se confunden en sus sueños la realidad con el videojuego, en el que el difunto Mazorca termina por aparecer. Se interrumpe la comunicación con Aenima y Cascaradenuez termina convirtiéndose en el promotor de la idea de lucha contra Generatriz, para lo que llega a crear una especie de red de adeptos a los que alimenta copiando y pegando mensajes de su desaparecido maestro Aenima. La Cajera, joven vital y desenfadada, el contrapunto del protagonista, empatiza de inmediato con el lector y ello humaniza aquel, hasta el punto de convertir la narración en una divertida historia de amor. La lucha contra Generatriz se transforma, a medida que Cascaradenuez va conociendo la vida exterior, en labor de convencimiento y de burla de sus designios, más que de eliminación física de duplicados.
¿En qué termina todo?; no estoy dispuesto a contarlo. ¿Quién es Aenima?; no pienso decirlo. ¿Logra tener la cajera un hijo de Cascaradenuez?; me callo. Y me callo en contra de mi habitual campaña contra el spoiler tonto. Sigo sosteniendo que en una obra literaria es la forma de narrar lo que debe prevalecer sobre la trama y el argumento, que no importa, en definitiva, saber de antemano cómo acaba una novela, porque lo válido es el cómo, no el qué. En este caso, sin embargo, quiebra el razonamiento, pues se aúna en la obra la extraordinaria originalidad narrativa con la técnica depurada. Una y otra se refuerzan y no voy a ser yo quien quite valor a esta gran novela con mi locuacidad. Compren el libro y lean. Está en booknet de planeta y cuesta sólo 8,95 euros. Será el dinero que mejor empleen en mucho tiempo, una fuente natural de placer estético.  No me resisto a soplarles, sin embargo que uno de los personajes secundarios es un internauta ciego que tiene la manía de grabar, filmadora en ristre, cuanto suena a su alrededor pues, quizá, en un futuro la técnica sea capaz de curar la ceguera y, en tal caso, le agradaría ver la película de su vida. ¿Puede haber mayor sentido del humor? No diré, sin embargo, de quién se trata.
        ¿Por qué genera tal satisfacción una obra que parece tributaria del cómic? Podría hablar durante páginas y páginas de sus virtudes, pero conviene terminar, pues mi nave literaria ha de zarpar para surcar otros mares. Pienso que su secreto radica en tres indiscutibles valores artísticos:
1.- Su valor, cinematográfico, con escenas en las que los personajes se presentan en acción, las descripciones son secuencias, las reflexiones están imbricadas en la vida cotidiana, los personajes están definidos en la acción misma, con un alto grado, en definitiva, de extrañamiento narrativo, esa cualidad tan alejada de los best-seler.
2.- El sentido del humor entendido como contraposición grotesca de los elementos de la vida, no como mera gracieta. Por ejemplo, será inolvidable en mi acervo literario la escena de Cascaradenuez destruyendo con lejía y con fuego los espermatozoides retenidos en el condón doble que se puso para burlar a Generatriz, o la escena de sexo con inspección minuciosa y previa del cuerpo de la amada. Golpes de este tipo, en los que el autor se ríe de su sombra, son incontables.
3.- La superposición de escenas hasta llegar a un todo impresionista. Por ejemplo, el videojuego onírico que se sobrepone, paso a paso, secuencia a secuencia, sobre la experiencia de la vida cotidiana entendida también como videojuego, incluso con rankings técnicos de verosimilitud; La desaparición de Aenima y su sustitución por Cascaradenuez como líder de la secta informática. Estas y otras escenas se mezclan, se superponen, se proyectan confundidas, hasta que generan una imagen de unidad. Algo similar a la técnica empleada por Gonzalo Torrente Ballester en la superposición y posterior unidad de los cuatro Jotabés en la “Saga Fuga”
En fin, una lectura recomendable que será estudiada en el Segundo taller de Lectura y Técnica Literaria de Espacio Kattigara, que se iniciará a mediados de septiembre, pues he descubierto una obra con vocación de clásico para el análisis del ritmo narrativo y de la verosimilitud.
Si ha parecido esta columna ponderativa en exceso, sepan quienes no me conocen que en este blog sólo escribo las críticas ponderadas de las novelas que me gustan, que para poner en solfa la mala literatura hay otros foros en los que no salen bien parados los malos escritores a los que la industria cultural endiosa sin merecimiento alguno.
Gracias, Enrique, por tu novela. Hacía tiempo que no me enganchaba de principio a fin con una obra. Gracias y a seguir afinando la pluma. 

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