EL VICIO ENÉSIMO DE LA NOVELA HISTÓRICA.
En mi polémica relación de los vicios de la novela histórica se me quedó
uno en el tintero. No lo añadí porque no se correspondía con el arte, sino con
el escritor; no con la víctima, sino con el perpetrador. En este país se
escribe y escribe, pero no se lee, no se lee. Ni siquiera los que están
obligados a ello, los escritores, cumplen con el requisito básico de la
lectura. Nuestros escritores no leen ni novela histórica, ni novela no
histórica; de clásicos nada, de vanguardias menos, "yuyu".
Esto no es una mera generalización, me baso en mi conocimiento empírico, un puesto privilegiado de observación, pues
cuando llega un nuevo libro de novela histórica a mi librería, lo hojeo,
escudriño, analizo y, ventajas de ser algo viejo, me percato pronto de las
carencias del escribano. En el fondo, casi siempre, detecto una notable deficiencia
en su formación lectora; se nota a la legua. Esto, para mí, es inconcebible,
¿cómo puede alguien atreverse a escribir, sin haber estudiado, ni siquiera
leído, a los grandes de la literatura? No basta con que el escritor de novela
histórica sea un fenómeno en la época sobre la que escribe, un arcón de datos,
una mente encajada en la cronología y en la línea del tiempo, un sabio a la
hora de enumerar reyes, queridas reales y bastardos, hechos históricos y
sociales, etc; ha de ser, ante todo, hábil en la técnica narrativa, y no puede
haber conocimiento de la técnica narrativa si no se ha leído con
aprovechamiento a los grandes autores: los clásicos y los modernos. Fíjense que
digo con aprovechamiento, es decir, con actitud de estudio y análisis. A un no
escritor, amante de la cultura se le puede permitir una lectura apresurada y de
mero disfrute estético ... pero ¿a un profesional? Un profesional de la pluma
no tiene que ser sólo persona leída, sino también estudiada. El lenguaje es
ritmo y música y sólo afinando el oído se puede dominar; sabido es que los
sordos hablan con gran dificultad. ¿A santo de qué puede un escritor pretender
que se lea su obra, cuando es incapaz de leer la los demás, en especial la de
los maestros? ¿Qué intrepidez es esa? Es como si alguien acostumbrado a
escuchar música de los Cuarenta Principales, programa muy digno por cierto, se
lanzase a componer, "porque le gusta mucho rellenar partituras sin saber
solfeo", una sinfonía como las de Mozart porque se siente un genio con
peluca y gran regusto por la estética de las tablas. Me temo que hay muchas
personas que se lanzan a escribir con un bagaje lector en el que, aparte de las
obras de Tokien puede contarse también con algún cómic que otro. ¿No suena esto
a chiste? Y no me refiero sólo a los aprendices, sino a los que llevan ya
varias, o incluso muchas obras escritas. Hay por ejemplo muchos periodistas que
por el hecho de estar a todas horas con los dedos sobre el teclado, creen que
saben escribir como Cervantes, y se lanzan a aventuras intrépidas sin el más
mínimo sonrojo por sus carencias, que les son por completo desconocidas; ¡total
escribir es mi profesión!, dicen; sí, amigo, pero no novelar, que requiere
técnica específica. Lo mismo se puede decir de muchos profesores universitarios
o de institutos, especialistas en historia, "que han hecho mil libros
técnicos", pero de literatura poquito, poquito y, sin embargo, se atreven
a novelar la historia de la humanidad, hablando desde las páginas de sus
novelas como si estuviesen en clase. En realidad, a nadie importa el nivel y la
profesionalidad, y esos escritores saben que la calidad no les permitirá vender
ni un libro más; la vida es así. Por eso, muchas veces, cuando se hace una
crítica basada en particularidades, es contestada con generalidades.
Tienes razón. La historia, para que su lectura sea grata, tiene que ser novelada.
ResponderEliminarRamón Manrique Focaccio
En efecto, Ramón, pero con la misma calidad técnica que buscamos en el resto de las novelas. En el pesaje de la Historia frente a la Novela, debe de pesar más la novela. Un saludo.
ResponderEliminarQuerido Javier: el asunto está en que aqui escribe todo el mundo, pero profesional, profesional de la literatura...hay pocos. Hay mucho dominguero. Y no quiero decir con eso que no los haya buenos, porque a veces la flauta suena....
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