Queridos
alumnos y compañeros:
Durante
estos ocho meses hemos recorrido varias galaxias y numerosos planetas. Hemos
empujado el queso iluminado de la luna llena, ha caído por la parte de atrás
del cielo negro y estrellado, nos hemos asomado y hemos visto lo que hay al
otro lado, como Alicia.
Desde
el primer momento os he dicho que esto que os he enseñado se corresponde con la
que yo llamo «Escuela de lo visual». Hemos visto tanto cine, son tantas las
películas que se amontonan entre los repliegues de nuestra memoria que ninguna
literatura podríamos hacer sino a partir de la imagen lingüística, de su
reproducción en la mente del lector.
No
puede el escritor actual prescindir del capital cinematográfico de su cultura.
No podemos permitirnos el lujo de escribir como los excelentes escritores
decimonónicos.
Somos
el fruto de este gran Siglo de Oro para las letras que ha sido el XX. En él, especialmente
entre los años quince y sesenta, se han levantado las más altas cumbres
conocidas en la narrativa de nuestra cultura, tanto en castellano como en los
demás idiomas occidentales: Proust, Kafka, Hoyce, Foulkner, Durás, Torrente
Ballester, Cunqueiro, Mújica Laínez, Fernando del Paso, Borges y diez o doce
oficiales más en este buque que zarpó, quizá, con Kafka al timón. Tras ellos,
no podemos escribir como si jamás hubiesen existido.
El
hecho de que se hayan difuminado las formas de sus huellas en los senderos de
la industria cultural, de la
literatura-producto, no elimina su extraordinaria importancia. Pasados los
decenios, los siglos, ellos serán los que permanezcan, los únicos que
permanezcan.
Recordad
la enseñanza de Cervantes en su extraordinaria obra crítica El viaje del
Parnaso, en la que citaba a más de trescientos escritores de su época que eran,
a juzgar por el público y los críticos de entonces, mejores que él mismo;
¿dónde están ahora sus obras, su recuerdo…? En la cita que de ellos hizo el
mísero Miguel de Cervantes. Así se escribe la historia de la literatura.
Siento
deciros, queridos amigos, que habéis perdido el tiempo al acudir todas las
semanas a este curso porque aquí hemos partido de un concepto: seguir la ruta
marcada por esas cumbres, dueñas del horizonte. Los grandes de nuestro tiempo
son cultivados en pequeños tiestos en los talleres literarios al uso; todos los
conocen, que sería de mal gusto ignorarlos; pero pocos los aprovechan. Lo que
realmente cunde es lo último que sale al mercado, lo que se publicita como el
no va más de la cultura; cultura empaquetada con papel multicolor. Nosotros
hemos hecho lo contrario: ir hacia las fuentes y llamar a las cosas por su
nombre, cuidando de que no nos den gato por liebre.
Por
eso me he permitido arrojar libros por la ventana, vociferar contra los
encumbrados incompetentes, contra los escritores prefabricados, contra el éxito
barato, contra la literatura de kiosco que se esconde en las librerías y que
recibe el marchamo de los más grandes sellos editoriales, premios literarios de
rastrillo y palmaditas en la espalda de las más grandes instituciones del
estado; por eso he denunciado a los bestselerados, escritores que se fabrican
en serie para consumo de una población inculta. Una población incapaz de
levantarse contra este designio marcado a hierro en la frente: S.I, sine ius,
se puede leer, sin derecho; así se herraba a los esclavos en la edad media.
Habéis
perdido el tiempo aprendiendo a escribir, digo, porque el futuro es de los
escritores profesionales, de los que tienen cara guapa y pueden vender más que
nosotros. Estos sólo precisan saber las cuatro reglas para tener éxito, pues
han sido creados para generar mercado.
Vosotros,
sin embargo, habéis comprobado de qué pedruscos está pavimentado el camino de
la buena literatura con los que se han ensangrentado vuestros pies. El escritor
de verdad, en contraposición con el profesional, es un explorador que se guía
en la floresta por las grandes montañas levantadas con las geniales plumas del
siglo pasado.
Hoy en
día, escribir bien no es rentable. La buena literatura no sirve para nada. Por
eso es imprescindible. En cierto modo, habéis entrado en el umbral de este club
selecto de escritores, entendiendo por tales a los que se esfuerzan en perfeccionar
su forma, sin el cual la vida de la humanidad sería diferente, aunque quizá más
feliz, al estilo profetizado por Orwel o por Huxley.
Como
prólogo vimos el concepto de VEROSIMILITUD, ese principio mágico que nos
permite hacer creíble para el lector lo que le contemos, la varita por la que
pasarán todos nuestros trucos.
Luego
empezamos por la VISIBILIDAD, pieza clave para comprender el concepto literario
de esta escuela. Os expliqué que el escritor debe poner delante del lector el
movimiento de los PERSONAJES. Luego os hablé de estos, que son los portadores
del conflicto narrativo, corazón del relato. Entre ellos os presenté al
personaje cualificado por excelencia, al que llamamos NARRADOR, con lo que nos
metimos de lleno en el complejo y atractivo tema de la FOCALIZACIÓN, es decir,
los lugares a los que se sube el personaje-narrador para poder captar mejor la
película. Como es lógico, no pudimos dejar este primer frente didáctico sin
afrontar el instrumento más importante para dar voz a los personajes, que es el
DIÁLOGO.
En
cuanto al alzado de la novela hemos hablado del SIMIL CONSTRUCTIVO, con los
proyectos básicos, los de ejecución, los estudios de detalle, y las unidades
edificatorias, pues no es mucho más complejo levantar una casa que una novela,
castillo en el aire. Partimos de la idea de que aparte del argumento, todo lo
demás es forma, y que en la forma se halla la diferencia entre la literatura y
los demás usos del lenguaje. Para completar esta materia hubimos de sumergirnos
en el MARCO DE PRESENTE, el TONO, la ATMÓSFERA y el RITMO NARRATIVO.
Ya
avanzado el curso, no podíamos dejar de lado la íntima conexión que, al día de
hoy, se produce entre la novela y la poesía, por lo que estudiamos los ESTILOS,
la LÍRICA y el RITMO EN LA PROSA, así como las figuras literarias, en especial
la METÁFORA y la COMPARACIÓN en todas sus variantes.
Nos
entretuvimos luego con rudimentos de ANÁLISIS LITERARIO y desarrollamos la
teoría del ANÁLISIS CROMÁTICO para detectar la vetustez de un escrito.
Y, ya
que en nuestra casa la NOVELA HISTÓRICA es tan importante, estudiamos los
diversos tipos de andamiaje que se precisan para construir estas obras
literarias, tan menospreciadas, en no pocas ocasiones con razón por la incuria
de editores que se someten a la dictadura de un mercado insolvente.
Trabajamos,
ya en la recta final, la DESCRIPCIÓN, los MONÓLOGOS, la teoría de la
CONTINUIDAD, los PUNTOS DE GIRO, los
DESENLACES, la INVERSIÓN y los MOTIVOS LITERARIOS.
Nuestro
punto de vista fue siempre la novela, aunque al final, dedicamos un tema a
aplicar todos estos principios al RELATO corto.
Pero
no sólo hemos afrontado los grandes temas de la composición literaria, sino que
hemos trabajado otros instrumentos del lenguaje, como el VOCABULARIO.
Si la
base de la película se fundamenta en el fotograma, su instrumento de trabajo,
nosotros debemos contar con la palabra. Por eso hemos intentado fomentar el
conocimiento y la profundización de nuestro saco de ladrillos: un vocabulario no
sólo técnico, sino amplio y extenso. Nos hemos extasiado con la sonoridad de
nuestro hermoso idioma castellano, hemos buscado, dentro de lo posible, la
palabra justa, LE MOT JUST, y hasta nos hemos atrevido con infecciones como el
LEÍSMO, el DEQUEÍSMO y otros aberrantes BARBARISMOS y SOLECISMOS.
En
nuestra búsqueda por alcanzar la mayor pulcritud posible, no nos hemos olvidado
de estudiar la ORTOGRAFÍA. En especial hemos observado los SIGNOS ORTOGRÁFICOS,
tan importantes en el trabajo del escritor.
Y, por
supuesto, hemos declarado la guerra sin cuartel a los TÓPICOS y chapuzas varias
del lenguaje vulgar que se está infiltrando en nuestro Parnaso.
Por
último, dimos en la más rara idea que se haya tenido en un taller literario por
estas latitudes, y fue la de componer una colección con los relatos de nuestros
alumnos. No bastaba con conocer la teoría, era preciso trabajar en la práctica,
que nuestro Quijote particular enristrara la lanza y la adarga, montara a
Rocinante y saliera por los Campos de Montiel. Era preciso bajar de la nube, y experimentar
lo que se siente cuando se publica: los problemas, las dificultades, las
satisfacciones. En fin, que de esta concha nació nuestra Venus: «La voz de
Calíope», en la que han participado alumnos de los cursos académicos de
Kattigara, libro que será editado próximamente por nuestra Casa.
Solo
me resta pedir disculpas si a algunos de vosotros, en mi celo por haceros
comprender la esencia de la literatura, he torturado su ego en exceso. Ha sido
sin mala intención y con la finalidad de alcanzar la máxima perfección posible.
En
fin, he procurado transmitiros todas estas ideas de papel, y dos más que han
sobrevolado nuestra clase todos los días, silenciosas y constantes: una, que no
hay malos escritores, sino malos correctores; otra, que el escritor ha de leer
antes, durante y después del acto sagrado de escribir. Su lectura, sin embargo,
ha de ser diferente a la habitual, una lectura de perito en ficciones que
quiere imbuirse en lo mejor de lo mejor, que pretende aprender los trucos de
los grandes maestros.
Eso es
lo que somos, expertos en juegos de manos, en magia narrativa.
El
trabajo literario es una labor de ficción, de fingimiento, con el que creamos
un mundo aparte, una Isla Negra, junto al mar, donde podemos y debemos invitar
a todos los maltratados hijos de nuestras diversas patrias, empezando por
nosotros mismos.
Qué pena tanto conocimiento literario para que de nada sirva a la posteridad. Qué triste debe de ser verse al final de tanto esfuerzo perdidos entre la oscuridad de las galaxias y planetas recorridos.
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