LOS JADO DE ARGOÑOS
Sabido es que
todos los Jado proceden de Argoños, donde aún hoy, en Ancillo, se puede
contemplar uno de los antiquísimos molinos de marea que lleva su nombre.
Esto
de los molinos de marea es recurrente en mis novelas, quizá por lo mucho que he
corrido físicamente y en la imaginación, como gaviota o moracico, por las
inmediaciones del Molino de Cerroja, a una legua escasa del de Jado, que se ve
desde mi casa de Escalante. Pues eso, que los Jado proceden de Argoños y fueron
los primeros documentados de tal familia Francisco y Pedro Jado, algo más
jóvenes que Juan de la Cosa, pero de la misma época. Pueden localizarlos en la
famosa Enciclopedia Heráldica Española, de la que tienen un ejemplar ya gastado
por el uso en la Biblioteca Central de Santander o en la Enciclopedia de
Cantabria, publicada hace cosa de quince años. Parece que estos dos hermanos
marcharon a Portugal y, pasados los años, volvieron ricos y con escudo de armas
de caballeros, concedido por el rey de Portugal, Manuel primero. El escudo aún
se conserva en la Iglesia de Argoños y hay alguna casa de la villa que tiene
una reproducción del mismo. Es muy original, pues en todo el cuarterón inferior
corrido se ve a un señor sentado, con corona y, frente a él, arrodillados dos
caballeros a los que está invistiendo como tales; sobre la escena anterior, en
los cuarterones de arriba, el escudo de la Casa de Avis: cinco roeles de sable,
colocados en sotuer, es decir, en la distribución del cinco del dado. Se puede
ver también en la obra de Carmen González Echegaray, Escudos de Cantabria. Pues
a estos dos señores, que no sabemos qué pudieron hacer en Portugal para
alcanzar tanta nombradía y honores, me los embarqué con la mesnada de Juan de
la Cosa en El Cartógrafo de la reina,
y repetí en Las rutas del norte. En El mapa perdido de Juan de la Cosa,
cuento el final de estos hombres notables, pues desde su privilegiado punto de
observación, la corte portuguesa, pudieron apreciar los esfuerzos de Juan de la
Cosa, en especial la famosa visita que hizo a Portugal, de la que ya les hablé.
Pero es que, en El dado de marfil,
una de las novelas del Mapa Perdido,
Pedro Jado, hombre duro, gordo y buen comedor y cocinero, termina muriendo de
forma que, no sé si lo habré conseguido, he pretendido sea impresionante, entre
su deseo de terminar atiborrado de comida, como su amada, o la venganza de la
Casa de Avis, que lo persigue por traidor al abandonar el cargo…y no digo más.
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