Todo parece lo mismo, pero no lo es,
salvo en que las tres corrientes coinciden en el concepto de realismo. Se trata de escuelas
literarias adscritas a la madre genérica de la novela moderna: el realismo.
Pero un realismo muy diferente al de Pereda; ¿se imaginan a alguien pasando
sobre la calle Alta de Santander montado en una alfombra voladora, en un pasaje
de Sotileza? No, este al que nos referimos es un realismo moderno, que nace a mediados del siglo pasado en Sudamérica
las dos primeras tendencias (lo real maravilloso y el realismo mágico) y en
Galicia la tercera (la fantasía realista). Hablemos de autores para mejor
entendernos.
Lo real-maravilloso es
un invento del cubano Alejo Carpentier, influido por el surrealismo francés,
pues el hombre se formó en París, en contacto con las vanguardias. Esta escuela
es, ni más ni menos que el surrealismo traspasado al Caribe. A diferencia de Europa,
en América la incursión de lo maravilloso en lo real es parte del paisaje
cotidiano, según Alejo. La obra que más define este estilo es El reino de este mundo. En ella, el
narrador cuenta la historia y describe también las ceremonias vudú, que son
parte integrante de la experiencia de los negros ahitianos (recuerden que la
novela trata de la primera y última revolución exitosa de esclavos, que tuvo
lugar en la colonia francesa de Saint Domingue). Cuando el líder rebelde
Mackandal era perseguido, se convertía en animal para escapar de sus
perseguidores; el día en que lo iban a ejecutar todos los negros esperaban que se
escapara de la hoguera convertido en insecto; tal maravilla no llegó a suceder,
pero sí se liberó el reo de las ataduras y se arrojó sobre sus seguidores, que
habían sido obligados a ver el espectáculo; este hecho fue interpretado por
estos como que se transformó en sombra, sin que llegasen a darse cuenta de que
entre diez soldados lo devolvieron al patíbulo, donde efectivamente murió. En
la misma novela, cuando el líder que le siguió en la Revolución, Boukman, otro
sacerdote vudú, convoca a todos los negros para que maten a los blancos, sin
excepción, se hace en una ceremonia delirante. Esta religión y sus ritos fantásticos
campea a su aire por la novela porque la experiencia social de la misma estaba en
la mente de los protagonistas absolutos: los negros. Si se elimina lo
maravilloso se eliminaría la novela, pues es parte integrante de la trama. Lo
real domina el relato ya que, no lo olvidemos, estamos ante obras realistas,
pero en ellas se producen cada cierto tiempo inesperadas alteraciones de la lógica;
irrumpe en esta lo maravilloso imprescindible.
En el realismo mágico, lo extraordinario
no es absolutamente necesario para la trama. Claro, que las obras de García Márquez
quedarían muy sosas sin este elemento, pero no es necesario en sentido
absoluto. Unos señores están conversando, por ejemplo, y una niña con
capacidades telequinésicas (La casa de los espíritus de Isabel Allende) hace
que se eleve un tenedor de la mesa donde todos comen; la madre la reprende con
algo así como: ¡niña, deja de hacer tonterías!; alcanza el tenedor, lo devuelve
a su sitio y se sigue hablando como si nada hubiese acontecido. Se podría decir
que estas intromisiones de lo fantástico en lo real son meras ambientaciones.
En la fantasía realista gallega los
factores se invierten. Digo que es una corriente literaria gallega porque dos
son sus máximos representantes quienes, por desgracia, no dejaron escuela.
Alejo Carpentier fue, podríamos decir, el fundador de la Nueva Novela Histórica,
García Márquez el gran renovador junto con Cortázar, Llosa y Uslar Pietri de la
literatura castellana, pero Gonzalo Torrente Ballester y Álvaro Cunqueiro, los
grandes gallegos de la fantasía, han sido, sólo, dos geniales francotiradores.
En realidad, no es que nadie haya podido superarlos, es que nadie ha logrado
imitarlos. ¿Por qué se caracteriza la fantasía realista? Por utilizar la
realidad como ambientación, no al revés como sucede en el realismo mágico, de
forma que lo fantástico sea el eje imprescindible de la narración. Pongamos un
ejemplo (de Fragmento de Apocalipsis de Gonzalo T.B). Los dos protagonistas
deciden entrar en el interior de él
porque consideran que hay alguien escondido que les juega malas pasadas; él la
toma de la mano y, así, sin más, penetran (no sabemos por dónde). Ya dentro, en
lugar de hallar un universo de venas, neuronas, sangres y jugos, ven calles,
edificios y hasta un café donde se sientan a tomar un refresco. La descripción
de las calles, los edificios y el café, es de lo más realista y minucioso, lo
que concede verosimilitud al elemento fantástico. La obra de Cunqueiro es pura
fantasía realista de principio a fin. La de Torrente Ballester se adscribe a
esta escuela de su paisano con la llamada Trilogía Fantástica (Saga Fuga,
Fragmentos y la Isla de los jacintos cortados) y alguna obra posterior como La Bella Durmiente va a la escuela, El
hostal de los dioses amables, Yo no soy yo, evidentemente, La rosa de los
vientos y, en cierto modo, Don Juan;
es decir la obra tardía del escritor. Claro, ¿quién va a imitar a un autor como
Torrente Ballester, cuya novela La Saga
Fuga de JB” fue considerada por Saramago como equiparable al Quijote?
En resumen, digamos que en el realismo mágico
lo extraordinario flota en el mar de lo
real, aunque no es imprescindible para la trama. En la fantasía realista lo
fantástico es el eje y se justifica con las descripciones de la vida cotidiana;
si el lector recibe información realista sobre lo que conoce, sobre lo que forma
parte de su experiencia, se le puede convencer acerca de la verosimilitud de escenas fantásticas de la más
exuberante imaginación. En lo real-maravilloso, lo fantástico irrumpe como algo
natural e imprescindible.
Creo que nadie que hoy en día se haya deslizado
por la difícil senda de la narración, (¡hay gente para todo!), puede permitirse
desconocer en profundidad estas tres soberbias escuelas de la fantasía que
definen la literatura española de vanguardia: el realismo mágico, lo
real-maravilloso y la fantasía realista.
Espero, con estas explicaciones a vuela
pluma, haber contribuido a erradicar de muchas mentes la falsa identificación
de “literatura fantástica” con Tolkien, Norfolk, Hqwke, Snicket, Gregpory Maguire, y hasta Rewling y otros
muchos que escriben sobre, digamos, libros de caballerías modernos. Lo fantástico
es algo muy diferente y superior a esa literatura y, no digamos, de la que
fabrican por docenas los epígonos españoles de todos los citados.
Por cierto, hay una autora inglesa que
entraría de lleno en el concepto de lo
real maravilloso: Susana Clark. Su
obra: Jonathan Strange y el señor Norrel. Una genial autora que escribe una novela
cada diez o quince años. ¿Te sorprendes, autor que deseas publicar, al menos,
una obra cada ejercicio contable porque, si no, pierdes no sé qué carro?
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