En definitiva, que Juan no estaba
de acuerdo con aquel desembarco y, sin embargo, acudió en auxilio de Ojeda.
Quedaron auxiliadores y auxiliados cercados por miles de indios flecheros y
decidieron que uno había de intentar la huída. Marchó el capitán y dejó a su
suerte a la tropa.
Juan, sin embargo, tuvo la precaución de enviar también a
otro hombre tras él. Así escapó Diego de Ordaz que fue el que contó la
historia. Con el tiempo, Diego llegaría a ser un importante personaje del
Descubrimiento, pues gracias a él se conoció el cauce del río Orinoco y, además
fue lugarteniente de Cortés. Es curioso cómo se atan los cabos en la Historia.
Este Diego vino a sustituir en las preferencias de Hernán a otro gran militar,
que era su brazo derecho, llamado Juan de Escalante que murió, también, por
cubrir las espaldas al gran extremeño en su marcha hacia Tenochtitlán. Por
supuesto, este otro Juan era, como su apellido indica, de Escalante. ¿Qué les
pasa a las gentes de esta tierra? ¿Por qué son tan fieles a los caudillos,
hasta el punto de dar su vida por ellos? Quizá tal comportamiento esté
relacionado con la vieja institución de la fidelitas
ibérica, según la cual los guerreros debían dar la vida por sus jefes en
cualquier caso y hasta suicidarse si ellos morían. Pero, en fin, me estoy yendo
por las ramas. Decía que marchó Ojeda y que tras él corrió Ordaz. El primero
hubo de esconderse en un manglar y, como en los chistes del Capitán Trueno, con
el cuerpo sumergido por completo para que no le viesen sus perseguidores,
respiraba a través de una caña. Diego de Ordaz fue cubierto por Juan de la Cosa
y, cuando miró hacia atrás, vio cómo la cabellera blanca del santoñés ondeaba a
cada mandoble que repartía, lanzado con los pocos hombres que le quedaban hacia
las líneas enemigas y vio también cómo naufragó entre un mar de brazos, hachas
y azagayas de los guerreros flecheros. Cuando los hombres de Ojeda descubrieron
a este en el manglar, lo sacaron del agua y lo llevaron a su campamento de la
playa y, lo que es la vida, justo en ese momento, apareció en el horizonte la
flota de Nicuesa, su enemigo personal, otro espadachín, al que Ojeda debía
mucho dinero. ¿Qué hizo Ojeda? Se escondió tras unas bardas para no ser visto por
su enemigo… Y aquí lo tengo que dejar, que está llegando el alba.
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