domingo, 28 de julio de 2013

TURBACO Y EL REQUERIMIENTO DE LA RISA

El letrado Juan López de Palacio Rubio escribió un texto legal, a petición de los reyes de España, para que fuera leído por los conquistadores frente a cualquier indio con que se topasen en las nuevas tierras de la Corona.


Es un texto que asombra por su contenido y por su finalidad. Lo pueden encontrar en la magnífica página literaria puertorriqueña Ciudad Seva: http://www.ciudadseva.com/textos/otros/requeri.htm. Sucedía que los españoles querían hacer las cosas bien, es decir, ajustadas al derecho internacional de entonces, para no tener problemas con las demás naciones que codiciaban también las nuevas tierras. Se pensaba de una manera, que hoy nos causa risa: ¿De quién es la tierra y el cielo?, se preguntaban. Pues de Dios, se respondían, estabaclaro. ¿Y quién es el representante de Dios en la tierra, el que lleva sus cosas de acá abajo, su administrador como si dijésemos?, pues el papa, claro. ¿Y a quién dio el papa las nuevas tierras que se acababan de descubrir?, a los castellanos; ¿por qué?, porque Rodrigo Borgia era valenciano, súbdito de Fernando de Aragón; aquí se le conocía como Borja, ya saben, el papa Borja, Alejandro VI. Fue nombrado justo cuando la expedición de Colón, el primer viaje, estaba ya en Canarias. Nada más ser nombrado, concedió una bula, una especie de carta de concesión por la que las tierras que Colón descubriese serían, de derecho, de Castilla y de Aragón. Para mí, la verdad, que todo esto estaba ya pactado, que todos sabían lo que había a la otra parte y que el primer viaje de Colón fue una  mera ceremonia. De hecho, nada más volver a España, los católicos editaron una carta que dirigieron a todos los nobles de Europa, en la que se comunicaba el Descubrimiento. Lo hicieron en menos de una semana; ¡vamos, que no se creen ni ellos que aquello del primer viaje era cosa seria!; parecía, más bien, la toma de posesión del “nuevo mundo”, bendecida por Roma. Lo cierto es que los otros reinos debían de estar mosqueados por el hecho de que se intentase esclavizar a los indios, claro que ellos habrían hecho lo mismo, y España tenía que andarse con pies de plomo para no dar qué hablar; por eso se redactó el REQUERIMIENTO. Se leía a los indios, en más castizo castellano, un rollo en el que se les anunciaba que el mundo había sido creado por Dios, que hubo un pecado original, que la tierra era de Dios y del papa, que este se la había dado a los católicos; se hablaba de Adán y Eva, de la redención, de Cristo y la Virgen… ¿Pueden imaginarse la cara que se les pondría a los indios?... Pues eso, que no se enteraban de nada. Luego, una vez informados, lo que es un decir, se les animaba a que se hiciesen súbditos de los reyes de Castilla por las buenas, que nada les sucedería, pero que, si no, los esclavizarían a ellos, a sus mujeres y a sus hijos. Los castellanos leían el requerimiento a toda prisa, desde las bandas de los barcos muchas veces, y luego procedían a asaltar el islote, la playa o lo que cuadrase. Al principio los indios no sabían qué cosa sería aquella palabrería que les soltaban pero, poco a poco, fueron teniendo conciencia de lo que sigificaba. Dice López de Gómara que un cacique que sabía nuestro idioma dijo, como respuesta al requerimiento que el papa y el rey estaban borrachos porque disponían de lo que no era suyo. Lógico el hombre, pero lo debió de pasar bastante mal. Era esta, en fin, una treta legal para esclavizar a los indios, que ya estaban avisados, tú… El mismo Gómara dice que a un lector del manifiesto, una flecha le atravesó el cuello mientras leía … ¿les suena la estampa a los lectores de El Cartógrafo de la reina? Pues en ese desembarco de Turbaco, el día anterior a la muerte de Juan de la Cosa, se leyó, por primera vez, el requerimiento de López Palacio Rubio. Por eso, según mi modesta opinión, fue aquella batalla uno de los hechos más importantes de la conquista: una primera expedición de castigo, la primera muerte de un prohombre del Descubrimiento y la lectura de la ficción jurídica del requerimiento. ¡Vivir para ver!... ¡Leer para saber! Javier Tazón 

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